miércoles, 13 de abril de 2016

A los 85 años de la II República española


Hace ahora 85 años comenzaba su andadura la II República española, aquel noble proyecto político de modernización y de democratización de nuestro país que pretendía abordar la solución, de una vez por todas, de las tradicionales fracturas social, económica y religiosa.
La República, para muchos españoles, con sus nuevos valores de laicismo, lucha contra la injusticia social, separación Iglesia/Estado, impulso de la educación, etc. surgía, pues, como un intento de modernización y de democratización del país, intentando resolver problemas que permanecían enquistados y a los que la Monarquía no había dado  una solución satisfactoria.
El régimen republicano se mostraría, prácticamente desde el momento de su implantación, como un proyecto político de un potencial profundo y transformador y, sobretodo, en el bienio de Manuel Azaña, abordó sin ningún tipo de restricciones la solución a los problemas citados, poniendo en marcha  una eficaz legislación social en el ámbito de las relaciones laborales agrarias (Ley de Términos Municipales, de Laboreo forzoso, de autorización de arriendos colectivos,  de la jornada de 8 horas en el campo, Ley de Reforma Agraria), o planteando y desarrollando políticas reformistas en las cuestiones electoral, religiosa, agraria, educativa, de comunidades, etc.
Todas estas actuaciones contaron, desde el principio, con el bloqueo y la oposición contundente de los sectores más conservadores y recalcitrantes de la sociedad española, que, antes de ceder en la pérdida de sus ancestrales privilegios y protagonismo, no repararían en acudir al “tradicional golpismo”, como los sucesos de agosto de 1932 y, posteriormente, en julio de 1936.
Sin duda, uno de los proyectos abordados y culminados por las Cortes constituyentes de 1931 fue la aprobación de un nuevo texto constitucional, la Constitución de diciembre de 1931, de marcado carácter progresista, que planteaba una serie de novedades tales como un formato del legislativo unicameral, único en nuestra historia constitucional junto a la de 1812, el sufragio universal sin distinción de sexo y aprobado definitivamente en octubre de 1931, tras el debate protagonizado por Clara Campoamor y Victoria Kent, el tema de la iniciativa legislativa popular y la posibilidad de acudir al referéndum, la cuestión del control del legislativo sobre el ejecutivo y, desde luego, por  vez primera en la Historia de nuestro constitucionalismo se abordaba la solución al tema regional mediante el llamado “Estado Integral republicano” que, tomando como bases de Derecho comparado determinados textos constitucionales (fundamentalmente la alemana de Weimar), reconocía la posibilidad de acceso a la autonomía para las regiones que lo desearan graduando las competencias que se les transfirieren, rasgos políticos y constitucionales, algunos de ellos que, evidentemente han tendido una enorme influencia en nuestro constitucionalismo actual.
Por todas estas circunstancias y muchas otras, ahora que conmemoramos el 85 aniversario de la implantación de la II República en España, hemos de valorar la enorme contribución ética y política de la experiencia republicana en nuestra Historia Contemporánea, no sólo como un proyecto reformador y democrático truncado violentamente, sino como un claro antecedente del conjunto de valores y principios que rigen nuestro actual sistema político: la justicia social, la igualdad, el laicismo o la plurinacionalidad del Estado. Hemos de homenajear a los hombres y mujeres que la hicieron posible y que posteriormente la defendieron ante los golpista fascistas.

Sería un acto de justicia histórica y de reconocimiento el hecho de que que el próximo 14 de abril se exhiban en los edificios municipales más emblemáticos la bandera republicana.